69



Tras una ardua jornada laboral a veces llego a casa muy caliente y me doy cariño. Sí, no conforme con las arre-metidas que me dan, voy y me arre-meto yo solita. Y sí, a veces me quedo con ganas y es que no vendo chicles; tener la cogedera como profesión hace que muchas veces se alteren mis hormonas al 1000%. La carne es débil, soy humana y me caliento.
Hay clientes que me dejan muy excitada, pero mi autoimpuesta ética profesional no me permite decirles que me bajen la temperatura que me subieron, aunque también me da miedo el bateo, así que mi temor al rechazo es más grande que la calentura que me cargo. Además la mayoría siempre tiene prisa y los rapidines no van conmigo.
Como ya he comentado, aprovecho muy bien mi trabajo y como los beneficios son muy placenteros trato de exprimirlos al máximo… jaja…
Hace poco llegué al hotel Hararé ataviada en un minivestido y unas plataformas, con estos calores se antoja andar en cueros, pero mi moral no me lo permite. Un chico simpaticón, delgado de unos treinta y tantos abrió la puerta, le di su pico de bienvenida, entré a la habitación y conversamos un poco para romper el hielo y concluir las transacciones del servicio.
Después pasamos a darnos… cariño… Los besos se dieron, el faje se dio y ¡vaya que nos dimos! Comenzamos con el cachondeo rico, las manos subían y bajaban por nuestros cuerpecitos lujuriosos, las caricias nos servían para irnos desprendiendo suavemente de la ropa, la temperatura subía y noté que mi corazón se estaba acelerando. Mi bra voló, su boca se apoderó de mis pechos, con delicadeza succionó mis pezones y con eso empecé a transportarme al mundo de la fornicadera donde solo el placer importa… jaja… Me mojé abundantemente, me encanta que tomen mis tetas como biberones. A él no le hacía falta estimulación, ya estaba listo y dispuesto a todo, pero había que seguir disfrutando y alargar el gozo. Me lamió, lo lamí, nos besamos, nos saboreamos y chupamos nuestros recónditas partecitas. Sin dejar de toquetearnos y cachondearnos nos enredados en un 69 deli, deli, deli.
Yo encima chupándolo y el repasando con su lengua mi conchita, aquello era pura gozadera; mi boca subía y bajaba en su pene y mi vagina hacia lo mismo en sus labios. Aun con su falo en la garganta yo no dejaba de gemir y jadear; las sensaciones eran deliciosas, calor, escalofríos, temblorcitos, hormigueos, subiendo y bajando por todo el cuerpo. Mi humedad y su lengua chocaban sin control, su excelente trabajo oral no solo se sentía también se oía.
Ese 69 literalmente era un círculo vicioso, entre más nos comíamos, más humedad había, entre más humedad había más nos calentábamos; y entre más nos calentábamos más nos comíamos y así sucesivamente. Pero de un momento a otro lo teníamos que romper; me sorprendió el aguante del chico, no es por presumir ni antojar, pero la chupo muy bien y él aguantó estoico... pero yo no, todo lo que estaba sucediendo en mi entrepierna tuvo en efecto húmedamente placentero. Pequeñas convulsiones deliciosas se adueñaron de mi cuerpo, un calorcito rico me recorrió, la verdad es que nunca aviso cuando voy a acabar y en esta ocasión pues menos, con la boca llena no se puede. El siguió aguantando y yo quería más, no opuso resistencia, así que seguí disfrutando de su lengua en mi clítoris mojado e hinchado. Mis labios aún no se cansaban de recorrer aquel miembro totalmente erguido, bajaba a sus bolas, las metía a mi boca y los besitos en el glande no le hacían cosquillas. Y otra vez sucedió lo inevitable me vine en su boca; no aguanté más, después de esos orgasmos intensos quería verg….aaa… jajaja…
Así que ni tarde ni perezosa lo monté, me moví frenéticamente y sentí sus latiditos de venida. Dejé de moverme y le di un besito, tenía mi olor en sus labios. Después de toda esa vorágine de gozo, nos pusimos presentables, me acomodé la melena y me di un baño. Calmados los ánimos me invitó  unos tragos y tuvimos una larga charla hablando de todo y de nada, como dijo él. Ni siquiera chequé el reloj, el tiempo se pasó volando y me quedé más de una hora en esa cita; ya era tiempo de retirarnos, pedí mi uber, nos despedimos y de allí se rompió una taza y cada quien para su casa.
 Pero me volvieron la ganas al recordar lo rico que la pase con ese clientecito y con la firme intención de bajármelas, llegué a casa, puse una peli porno y sonó mi cel, me desconcentré pero concreté la segunda cita del día, al llegar a la habitación, las ganas, la calentura y la concentración volvieron y agregué un cliente satisfecho más a la lista. De allí hubo más citas y más orgasmos. Ya entrada la madrugada al retornar a mi humilde hogar ya no tenía ganas, ni calentura, ni fuerzas; solo quería descansar pues eso de andar retozando todo el día tiene sus ventajas pero también cansa. Así que me puse mi pijama, recordé las sesiones sexosas que tuve y esa noche dormí con una sonrisota y super relajada por todos los orgasmos recibidos en el día.

Mil y un besos.

Perras mamadas

Hace tiempo un chico gordito y bonito (como me gustan) me contrató, nos vimos en el hotel Amazonas y ¡uf! creo aquella vez me tarde en llega...