Tras una ardua jornada laboral a
veces llego a casa muy caliente y me doy cariño. Sí, no conforme con las
arre-metidas que me dan, voy y me arre-meto yo solita. Y sí, a veces me quedo
con ganas y es que no vendo chicles; tener la cogedera como profesión hace que
muchas veces se alteren mis hormonas al 1000%. La carne es débil, soy humana y
me caliento.
Hay clientes que me dejan muy
excitada, pero mi autoimpuesta ética profesional no me permite decirles que me
bajen la temperatura que me subieron, aunque también me da miedo el bateo, así
que mi temor al rechazo es más grande que la calentura que me cargo. Además la
mayoría siempre tiene prisa y los rapidines no van conmigo.
Como ya he comentado, aprovecho muy
bien mi trabajo y como los beneficios son muy placenteros trato de exprimirlos
al máximo… jaja…
Hace poco llegué al hotel Hararé
ataviada en un minivestido y unas plataformas, con estos calores se antoja
andar en cueros, pero mi moral no me lo permite. Un chico simpaticón, delgado
de unos treinta y tantos abrió la puerta, le di su pico de bienvenida, entré a
la habitación y conversamos un poco para romper el hielo y concluir las
transacciones del servicio.
Después pasamos a darnos… cariño…
Los besos se dieron, el faje se dio y ¡vaya que nos dimos! Comenzamos con el
cachondeo rico, las manos subían y bajaban por nuestros cuerpecitos lujuriosos,
las caricias nos servían para irnos desprendiendo suavemente de la ropa, la
temperatura subía y noté que mi corazón se estaba acelerando. Mi bra voló, su
boca se apoderó de mis pechos, con delicadeza succionó mis pezones y con eso
empecé a transportarme al mundo de la fornicadera donde solo el placer importa…
jaja… Me mojé abundantemente, me encanta que tomen mis tetas como biberones. A él
no le hacía falta estimulación, ya estaba listo y dispuesto a todo, pero había
que seguir disfrutando y alargar el gozo. Me lamió, lo lamí, nos besamos, nos
saboreamos y chupamos nuestros recónditas partecitas. Sin dejar de toquetearnos
y cachondearnos nos enredados en un 69 deli, deli, deli.
Yo encima chupándolo y el
repasando con su lengua mi conchita, aquello era pura gozadera; mi boca subía y
bajaba en su pene y mi vagina hacia lo mismo en sus labios. Aun con su falo en
la garganta yo no dejaba de gemir y jadear; las sensaciones eran deliciosas,
calor, escalofríos, temblorcitos, hormigueos, subiendo y bajando por todo el
cuerpo. Mi humedad y su lengua chocaban sin control, su excelente trabajo oral
no solo se sentía también se oía.
Ese 69 literalmente era un círculo
vicioso, entre más nos comíamos, más humedad había, entre más humedad había más
nos calentábamos; y entre más nos calentábamos más nos comíamos y así
sucesivamente. Pero de un momento a otro lo teníamos que romper; me sorprendió
el aguante del chico, no es por presumir ni antojar, pero la chupo muy bien y
él aguantó estoico... pero yo no, todo lo que estaba sucediendo en mi entrepierna
tuvo en efecto húmedamente placentero. Pequeñas convulsiones deliciosas se
adueñaron de mi cuerpo, un calorcito rico me recorrió, la verdad es que nunca
aviso cuando voy a acabar y en esta ocasión pues menos, con la boca llena no se
puede. El siguió aguantando y yo quería más, no opuso resistencia, así que seguí
disfrutando de su lengua en mi clítoris mojado e hinchado. Mis labios aún no se
cansaban de recorrer aquel miembro totalmente erguido, bajaba a sus bolas, las
metía a mi boca y los besitos en el glande no le hacían cosquillas. Y otra vez
sucedió lo inevitable me vine en su boca; no aguanté más, después de esos
orgasmos intensos quería verg….aaa… jajaja…
Así que ni tarde ni perezosa lo
monté, me moví frenéticamente y sentí sus latiditos de venida. Dejé de moverme
y le di un besito, tenía mi olor en sus labios. Después de toda esa vorágine de
gozo, nos pusimos presentables, me acomodé la melena y me di un baño. Calmados
los ánimos me invitó unos tragos y
tuvimos una larga charla hablando de todo y de nada, como dijo él. Ni siquiera
chequé el reloj, el tiempo se pasó volando y me quedé más de una hora en esa
cita; ya era tiempo de retirarnos, pedí mi uber, nos despedimos y de allí se
rompió una taza y cada quien para su casa.
Pero me volvieron la ganas al recordar lo rico
que la pase con ese clientecito y con la firme intención de bajármelas, llegué a
casa, puse una peli porno y sonó mi cel, me desconcentré pero concreté la
segunda cita del día, al llegar a la habitación, las ganas, la calentura y la concentración
volvieron y agregué un cliente satisfecho más a la lista. De allí hubo más
citas y más orgasmos. Ya entrada la madrugada al retornar a mi humilde hogar ya
no tenía ganas, ni calentura, ni fuerzas; solo quería descansar pues eso de
andar retozando todo el día tiene sus ventajas pero también cansa. Así que me
puse mi pijama, recordé las sesiones sexosas que tuve y esa noche dormí con una
sonrisota y super relajada por todos los orgasmos recibidos en el día.